La Huerta

«Si conseguimos no ser meros testigos del pasado, entonces podremos vivir mas»  F. Ayala

La huerta no es un lugar neutro ni inocente, tiene espacios y sucesos por descifrar. En una huerta ideamos  momentos despejados porque eliminamos de la mente, con la faena, emociones perturbadoras.  La salida del mundo urbano  para vivir en el campo y cultivar una huerta es una subversión y  como tal no es fácil  mantenerla en el tiempo.

El aspecto tabular del terreno,  trasmite la sensación de orden y el gusto por el  trabajo bien hecho. El terreno acolchado para pasar el invierno  hace pensar en la mejor manera  de romper una vez más  su hermetismo  preguntando, indagando…  La rivera regable está solitaria, pero no abandonada del todo.

Establecemos una relación de servidumbre con las plantas, nos manipulan,  nos necesitan para cumplir su propósito.  Algunas plantas pueden cambiar su metabolismo y reaccionan a nuestro laboreo.  Las plantas son inteligentes; propiedad  inherente a todo ser vivo.  Tienen una capacidad fabulosa de regeneración, sin demasiados problemas.  Sólo es cuestión de tiempo que vuelvan a poblar lugares desmantelados de su capa fértil.  Tienen sus propios mecanismos de supervivencia: latencias, rizomas, adherencias, semillas resistentes a los estómagos de mamíferos y aves y la ayuda del viento.  Son  marcadores para emprender nuevos proyectos.  Se mueven buscando agua, sales minerales, nitrógeno o luz solar para hacerse verdes.

 El huerto tiene vida propia. Su peculiar energía nos reintegra a momentos perdidos en la memoria  de la tierra  y que nunca fueron nuestros.   Cuesta mucho sacar un huerto adelante.  Preferimos las ideas y las opiniones  a las acciones  porque aquellas requieren menos esfuerzo. Insistimos en seguir las pautas de un manual, un programa televisivo bienintencionado o un gurú pseudoecologista antes que  observar a alguien con experiencia.

Los días son malos, las noches son malas, también es duro el trabajo y buscamos continuamente artimañas para que no nos agoten.  Si el hortelano trabaja en precario, desconoce ciertas faenas  básicas, o si es novato, lo pasa mal.  Algunas veces parece que nunca se acabará el sentido penitencial de la vida campesina. Pero los esfuerzos se difuminan  y es agradable estar cansado; se disgrega un poco el pensamiento, la respiración se atempera después de una tarde de faena. Pesa un poco más el cuerpo.

Son instantes campesinos.  Los hombres no sólo crean demonios.

Hay que desmitificar ciertas actividades  relacionadas con el ocio de los huertos.  La piedra angular se construye haciendo adaptaciones sobre  los propósitos e  intención de duración  del proyecto  o sobre  la extensión del terreno con el que se cuenta, o  con los procedimientos tradicionales, ecológicos;  sobre sistemas de riego, el tiempo disponible, las colaboraciones…

Tengo para mí que la horticultura debe  ser una actividad integradora, que tome de cada experiencia personal  o técnica, lo mejor. Trabajar  un huerto es una forma de conocimiento cargada de expresividad. Es el resultado de nuestro proceder, y ddebería  formar parte  de un modo de vida sin crispación,  un proyecto sin segundas intenciones,  silencioso, que se asoma cada día a una nueva razón,  que desmonta  las consignas de la meritocracia

Hay una perspectiva doméstica, por íntima,  del huerto o la vida en el campo, si se quiere, y  tiene que ver con el entorno,  con la capacidad de sorprenderse, con la tenacidad.  Tiene que ver, paradójicamente,  con la intemperie;  es una mirada que quiere permanecer fiel a la misión de alimentarnos bien y vivir mejor; es una contingencia limpia y franca que va formando una corriente alternativa y manifiestamente insurrecta.  El nuevo paradigma en ciernes, basado en la estabilidad emocional,  la alteridad, el trabajo, el contacto con el  entorno… no es una propensión utópica o ingenuamente idealista.  Algunos ciudadanos se han puesto en marcha. No tengo claro que deban ser nunca multitud.

Son tantas las satisfacciones.    La tierra huele. Los aromas definen los contornos de las plantas  y sus frutos. Es un microcosmos vivo, un ecosistema, un laberinto particular de pasillos, bancales,  de  interacciones…conectado a otros laberintos;  se  recuperan sabores y aromas, texturas olvidadas o se descubren plantas imposibles.

Y permite dar, ofrecer la cosecha a familiares amigos o vecinos sin esperar nada a cambio, pero también  se pueden   vender  los excedentes o trocarlos.  “Entiendo que debo dar  lo que más necesito,” dice A. Michaels en una de sus novelas.

Es fascinante observar el desarrollo de las plantas y su prodigalidad.  El huerto es un patrimonio, que se transforma con cada estación, que  remite a la aventura del eterno retorno, a la práctica de la lentitud.

Los sonidos, las veletas, los chasquidos de las vainas de las leguminosas expuestas al sol. La imagen tranquilizadora del agua llenando los surcos. O el goteo silencioso y fértil.  La complicidad con lo mineral, el humus  y el clima.

Es posible, cuando se llega  al  huerto-laberinto,  tocar  las hojas de las plantas y agacharse un momento a pellizcar las más altas y levantarse  llevándose  la mano a la nariz.

Y la marea del río  y el sudor que se enfría rápidamente en ese momento  misterioso entre la tarde y la noche. ¡Cuántos lo habrán descrito!

El aroma de la tierra mojada es el  centro del universo.

Por lo demás,  cada temporada tiene sus recursos silvestres y se puede competir  con los animales por conseguir los mejores en un bosque, no por más abierto menos pagano.

La huerta y el monte prestan  un buen servicio para que  yo pueda contar historias exageradas, como si fuera el mas loco de la tribu. Los tomates, las encinas, las patatas,  los caminos, la pimienta blanca. Una nueva opción. ¿Qué ha hecho este año el tiempo con las plantas?

El hortelano construye,   es artífice  de ocupaciones  ancestrales, manifiestamente eficaces para procurarse comida,  pero poco respetuosas con la artritis: alumno de la  la etnohuerta.

El cultivo remite  a la zona del pasado en que el hombre se preocupó de desbravar  plantas y animales y contárselo a los demás en forma de pequeñas talegas de cuero con semillas. Venimos utilizando básicamente las mismas plantas para comer  desde el neolítico. Se han descubierto unas cuantas, se  han  ido olvidando otras y cada vez inventan más.

Aún conservamos en el mundo campesino el paisaje agrario de huertas periurbanas que se consolidó al final dela Edad Media, una vez superada  la reclusión en los monasterios.  Heredamos sus prácticas.

La huerta que me gusta es aborigen, pero rentable. Y lo más importante: no da mucho trabajo.

Pero si sigo contando  lo que hago,  miento.  Hace uno  literatura. Lo que me permite ordenar  las prioridades y coger el camino medio, la media montaña  hasta donde llegan los árboles.  Lo cuento porque me gusta mentir. Y ya que no puedo caminar como antes,  escribo.

Hay  aquí una regadera, arroyada  de postguerra,  que fue la trinchera para esconder el hambre a mediados del siglo pasado.  Trae patatas, alubias, cebollas… La simiente en el agua.

Molino, horno, vacas y huerta.  Las varas de fresno suenan en las lanchas al caminar.  Las lindes y  señales están en los mapas y  gravadas a fuego, en las mentes de muchos. Todo tiene dueño. Pero no son sino calles, caminos, paredes que son paisaje  o espesura vegetal.   Los hitos los ponen  las aves; no importa gavia dónde mire.  Los cucos por la mañana.  Una pareja de águilas vecinas en el aire. Como refiere B Chatwin  en Los trazos de la canción: “Todo se traduce en algo parecido al canto de los pájaros. Los pájaros cantan su demarcación territorial.”

El sonido de la naturaleza es la existencia.  Siento entusiasmo por la intemperie y la lejanía… por  la pérdida 

  Pararse, pues. Encontrar un lugar. Un sitio es toda una región para los nómadas.  Van quedando pedazos de conciencia limpios para procesar  “País, ciudad, continente: nunca es amplio y nunca es libre. Y aquí, o allí… ¿Deberíamos  quedarnos en casa, donde quiera que se encuentre?  Ideal es romper el viaje. El plan preconcebido de ir y regresar ¿Porqué no quedarse?”,  dice J.  Berger.    Salud.

Pronto dejará su aparente letargo

6 respuestas a La Huerta

  1. leal castellano dijo:

    hola me dedico a la recuperacion i venta de material rustico i me preguntava. si usted se dedica a ello?si tiene provedor? tengo gran cantidad de material almacenado.
    me llamo ismael. cnt697304046
    un saludo gracias

    • Paracelso dijo:

      Es siempre conveniente conocer distribuidores de material rstico. He terminado la primera fase de la casa que estoy constuyendo y por el momento no voy a precisar ms. Lo que vengo utilizando lo he ido recuperando yo y guardo algunos elementos como tejas… Guardo no obstante su contacto para futuras actuaciones y para comentarlo a vecinos y amigos. Yo resido en la zona sur de vila. Es importante por el tema de los portes etc. Gracias por su ofrecimiento y salud.

      > Date: Thu, 12 Dec 2013 12:04:40 +0000 > To: fhmsolerias@hotmail.com >

  2. rafelin71 dijo:

    Paco, escribes y describes muy bien. Un gusto leerte.

  3. Mavi Arroyo dijo:

    Me ha gustado mucho leer este post. Es verdad que cuando escribimos mentimos mucho. Desde que las palabras quedan fijadas ya no son verdad, pero creo que, entre líneas de blogs como el tuyo, se pueden atisbar pequeñitas verdades. Gracias Paco.

  4. Paracelso dijo:

    Debo revisar todos estos post porque sigo viendo errores, afirmaciones demasiado categóricas y cuando los reviso noto me pongo en ocasiones un poco «estupendo»…
    Estaría cambiando letras y comas sin descanso. Eres generosa y te agradezco, Mavi, la atención que le pones a estos escritos. Siempre, salud.

Puedes dejar un comentario