EN ESTO DE LOS TOMATES TODO ES UN TINO.

“Las plantas no se alimentan de materia orgánica, como sabemos. Sus raíces forman PARTE de un complejo vivo junto con los microorganismos de la rizosfera, la capa de humus estable del suelo fértil, capas de materiales en descomposición, microorganismos descomponedores de estos residuos, etc. Los microorganismos (bacterias, hongos, actinomicetos y levaduras) se encargan de digerir la materia orgánica, haciéndola asimilable, mediante procesos que tienen como final la incorporación de esos restos orgánicos frescos y de minerales, al humus y a la capa de suelo vegetal. Simplificando diremos que El mundo microbiano hace la digestión de sustancias demasiado complejas para ser asimiladas por el mundo “macrobiano”.

Mavi Arroyo. El vergel permanente.

 

Es una cuestión peliaguda describir y catalogar un tomate por el nombre genérico con que llegan a lahuertadelosrobles si no se han visto las plantas,  los frutos o no se facilita alguna noticia.

Tendría que hablar del tomate ananas negro o del tomate malacara. Pero no debo detenerme ya, por respeto ya a los visitantes, con muchas más fichas por el momento. Baste, para ir suspendiendo temporalmente esta serie de entradas sobre el tomate, algunas referencias e indicios que podrán recuperarse al final de  la temporada cuando se completen y mejoren las fichas.

Hay, por tanto, en el banco de semillas algunos de los denominados genéricamente tomate del país, esto es,  la variedad que se cultiva en una zona y que una vez se instalaron y adaptaron  funcionan y se plantan cada año.

En otras ocasiones  las siembras  de muchos agricultores familiares dependen del proveedor de plantones,  ya sean viveros, mercadillos, tiendas especializadas, etc.  Otros no se complican la vida y cultivan un tomate gordo,  otro cherry y  pera. Tomates comerciales clásicos. Mata alta y mata baja, sin más, procedentes de semillas industriales y desarrollados con fertilizantes de síntesis en condiciones de calor y humedad idóneas para que sea rentable.  Los  tallos aparecen ahilados con un profundo color verde, y al ponerlos en la tierra sin adaptación alguna, sufren un importante parón, se doblan o  acodan sobre el caballón.  Dan resultado si no se puede tener semillero propio, pero no es muy aconsejable sacar nuevas semillas de estos frutos.  Siempre abogo por preparar cada uno sus propios plantones.

Pero lo que nos interesa es la variedad local cultivada desde siempre en una comarca, un  pueblo o región, los tomates rústicos de polinización abierta que permiten incluso la hibridación natural para conseguir las mejores adaptaciones con el paso de los años y  fijar su genética, porque son los que funcionan.

Tomate de Cuenca, tomate rosa de Guijuelo. Tomate negro francés. Tomate pagès de Tarragona

Ya no da el tiempo, tampoco  hay espacio para poner algún surco más de las variedades que quedan en la alacena.  El inconveniente de algunas de estas semillas es que su viabilidad puede alcanzar -si las condiciones de conservación son rigurosas- no más de tres o cuatro años. No queda otra que ir rotando y sembrando junto a las que prefiero las que se van incorporando. Pero no siempre resulta fácil renunciar a lo que se ha probado y ha funcionado.  Me consuela pensar que hay hortelanos interesados en algunas de estas variedades locales, que las pondrán en sus huertos y algún día se podrán recuperar sus estilos y experiencias o semillas frescas. Estas prácticas  de trueque son una herramienta  fundamental de conservación y me mantienen en contacto con gente de regiones y comarcas muy dispares. A esto algunos lo llamarían perspectiva.

He puesto una docena de semillas de  tomate negro francés. Hay una buena cantidad de tomates así denominados y me ha vencido la curiosidad. No hay otra manera de saber de qué  cultivarse trata  e intentar completar la nómina de este año.  Negra, por ejemplo,  es la variedad Coseboeuf  o Charbonneuse, tomates clásicos en los  jardines de hortalizas  o potagères galos.

Hay también por aquí un paquetito de papel de estraza sin abrir con semillas de tomate gallego  que me trajo mi amigo David de uno de sus viajes de trabajo.  A juzgar por las primeras  referencias que aparecen en  los buscadores de internet -y la  propensión que tenemos en la Península a cultivar  y presumir de tomates gigantes- debe ser un fruto de gran tamaño.  Pero de esos ya voy servido este año, si se completa el ciclo.

tomate gallego_opt

A juzgar por el celo con que un labrador de la sub-meseta sur cuidaba de preservar para él sólo la semilla debe ser una variedad similar el tomate de Cuenca que engorda la nómina esta temporada: lustroso y gordo.  El tiempo lo dirá. Por el momento guarda su genética un humilde  frasco junto a legumbres, piñones, cucurbitáceas, gramíneas,  ornamentales…

También es grande un tomate del país que me envió otro David, un pequeño agricultor desde Almería.

Tengo que reconocer en este post de nuevo la generosidad  de todos los agronautas  y curiosos que visitan este blog, pero especialmente a  Jesús, el hortelano de Cadalso de los Vidrios que ha puesto en mis manos una parte de las semillas de que estamos hablando y tanto juego me ha dado para -como dirían los expertos- generar contenidos de cierto interés,  en este espacio hortelano.

Después de todas estas idas y venidas por la red y la bibliografía a la que he tenido acceso nada me ha resultado tan esclarecedor para comprender  la tradición  como  es este pasaje de Jiménez Lozano.

 

«-¿Y cómo es que usted tiene en abril tomates, señora Justa? – preguntó mi hermana.

-Pues porque sí, ya te lo he dicho otras veces. Porque fue la única herencia que nos dejó mi padre a mi hermano y a mí, y ahora a este sobrino mío. Tener tomates antes de que se acaben las lilas, decía mi padre que en Gloria esté. ¡Ya veis! Era un don y una gracia que tenía, un termeño y un saber. ¡Ya veis!

Y explicó que, en esto de los tomates, todo era un tino y comprender el calor que necesitaban, que era como cuando una madre sabía cuándo tenía que poner la chaquetilla al niño en abril mismo. Porque ¿cómo sabe una madre cuándo tiene que poner la chaquetilla al niño? Ni el niño mismo lo sabía, ni ninguna otra persona, pero la madre sí. Y que así sucedía con los tomates. Y de lo que menos necesitaban éstos era de un invernadero, sino del calorcito de una pared a la que hubiera dado el sol durante el día, y luego echarlos un periódico encima por la noche, y taparlos como con el embozo de  una sábana. Y que su padre decía siempre que no había nada como los periódicos para que el relente de la noche no mordiera los tomates, y, si se los echaba encima otra cosa, uno plástico e incluso unos cartones, ya no era lo mismo. Y eso se notaba luego en la piel, porque un tomate tenía que abandonar su piel entre las manos, no tenía que pelarse, porque entonces era como si se le despellejara y había que ser misericordiosos con las verduras y las frutas y las cosas. No sabía ella cómo tenía valor la gente para arrancar la piel a los tomates, porque un buen tomate ofrecía él mismo la piel con que se le hiciera una caricia, como podía decirlo aquel sobrino suyo cuando los comía. Aunque, desde luego, era un inocente, y a lo mejor por eso mismo sabía más de los tomates y de tratar a todas las plantas y los frutos de la huerta, porque estos frutos también eran cosas inocentes, y de inocente a inocente siempre tendrían un buen trato, mejor que con las demás personas corrientes.”

Del cuento La piel de los tomates, incluido en el libro del mismo nombre de José Jiménez Lozano.

Salud

 

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